Pica y Rasca

El domingo de vuelta me fui a visitar el conurbano bonaerense –que es una forma elegante de decir que estuve de la cabeza en un riacho del Tigre-. Todo muy lindo con la naturaleza y dormir la siestita en una reposera mirando el río y lo que quieras, pero la verdad que cada tanto extraño la civilización. Bueno, no la civilización en sí, eso es una mierda, pero una computadora con el buscaminas por lo menos. En realidad, volví de allá con la fija idea de putear a los mosquitos, pero la noche de ayer –en Flores, ningún descampado bonaerense- me picaron tanto los mosquitos que tengo marcas por todo el cuerpo e incluso me deformaron un tatuaje. No puede ser que no hayamos inventado un método para exterminar los mosquitos de la faz de la tierra (o por lo menos de la faz de mi cuarto) que no implique ir y poner una tablita todos los jodidos días y que cuando me olvido me caguen la vida. Yo digo, no, algo que te tomás y edés en una frecuencia que sólo captan los mosquitos. No me importa si exita elefantes, a los elefantes los puedo esquivar.

La estoy pasando muy mal en este momento. También es cualquiera que no hayan inventado una máquina de rascar.

Una heladera. Lo que necesito es meterme en una heladera. Eso me va a aliviar.

Peneführer.