lunes, 5 de octubre de 2015

Fe de ratas

¿Quién habrá sido el que convenció a los fanáticos religiosos de que está bien tratar de imponerle tu ideología a los desconocidos? Pareciera haber un acuerdo tácito de ir a molestar al pobre saxofonista con palabras de dios y cuestionar su ateísmo. Hay veces en las que me alegro de estar sordo y entender una de cada cinco palabras que me dicen, sobre todo cuando la que entiendo es "salvación" o "fe" o "la juventud sigue los pasos de Satanás". Dejen a la pobre juventud arder eternamente en paz.
He notado que lentamente se está perdiendo el arte de la descripción. Nada produce más placer a, por ejemplo, un pescador que hablar de "ese día increíble en que pesqué un surubí de una tonelada". Lo único que hacen los pescadores es hablar de las glorias pasadas; como la mayoría de los deportistas, salvando las diferencias. Y ahora ya ni siquiera hacen eso, porque, ¿para qué creer mi palabra cuando te puedo mostrar la fotito en el celular? Cualquier cosa de la que estés hablando con alguien, te va a mostrar la fotito. "Mirá qué lindo mi perro"; "el otro día hice una torta de seis pisos, mirá"; "ésta es, para mí, la mejor actriz porno". Para todo, fotito (video, ponele, en el último ejemplo). Ya nadie te va a contar emocionado de la redondés de esas tetas, los tres metros de pescado, la desubicada cantidad de dulce de leche. Y así es que pronto vas a querer contarle a alguien del minón que viste en el bondi y no vas a poder, porque vas a descubrir que sin una foto te fallan las palabras.
No como a mí, que ejercito mi lengua todos los días y le hago perder el tiempo a todo el mundo.
Peneführer.

P.D.: "ejercito mi lengua" es una forma sutil de promocionarme como el rey del cunnilingus.

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