lunes, 19 de octubre de 2015

Todos los políticos cuando me llaman se presentan con nombre y apellido salvo Mauricio. ¿Quién se cree? ¿Cristina?

Nunca deja de hacerme reír cuando a alguien "le gusta" en facebook algo que claramente es trágico. "Me gusta que ese sindicalista haya muerto apaleado por la policía"; "me gusta que ese niño esté muriendo de cáncer"; "me gusta el Peneführer".
También me hacen reír, aunque un poco menos porque dan miedo, los locos. Estaba el sábado esperando que empiece una banda cuando una piba adelante mío empuja a otra y se boquean mal. La segunda procede entonces a formar con su mano derecha el gesto universal de una pistola y ¡bang! ¡bang!, dispara dos veces contra su interlocutora, que se pierde entre la multitud con cara de pocos amigos (y una cinturita de película). La pistolera, creyéndose victoriosa, me mira, a mí y todos los que hubiera alrededor, con cara de incredulidad y, siguiendo con los gestos universales, el índice girando junto a la sien. La ignoré de una forma más bien violenta, en parte porque no tenía la cintura de su víctima y en parte porque no tenía la más mínima intención de tener la conversación seguramente racista que me estaba proponiendo y que efectivamente tuvo con el grupo de gente a mis espaldas. Porque no le alcanzó con buscar complicidad con los que estaban cerca; no, ella necesitaba cerciorarse que la loca no era ella, era la otra. Afirmarse en la creencia compartida de que "la única solución para estos negros de mierda es un tiro".
Una situación, a pesar de lo que la Real Academia Española te quiera hacer creer, bizarra.
Peneführer.

P.D.: qué graciosa resulta de golpe la traducción del personaje Bizarro de Súperman.

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