jueves, 19 de noviembre de 2015

La hormiga voladora y la sopa paraguaya

Hoy me desperté en medio de la noche o a media mañana o como se le diga a ese horario en el que ya es de día pero estar despierto es un bajón; cuestión que empiezo a bajar las escaleras para ir al baño cuando me doy cuenta que algo no anda bien. Mi primer indicio fue el ruido a cosas que golpeaban el techo; como la lluvia, pero del lado de adentro. El segundo indicio fue que mirara a donde mirara estaba lleno de hormigas, de las que caminan y de las que vuelan. Fue la segunda situación más tétrica que vi jamás, después de un tanque de agua completamente tapado por abejas al lado de mi balcón. Si no hubiera habido un fumigador previamente contratado para esta mañana hubiera entrado en pánico.
Finalmente vino el fumigador y se llevó un premio a la falta de elegancia. A mi madrastra le hubiera dado un ataque viéndolo trabajar. No es (sólo) que su look fuera desalineado; eso es casi parte del uniforme. Es que manejaba veneno con, citando a NOFX, la gracia de un turista. Si no saben de mí mañana es que morí asfixiado.
Hablando de asfixia, anoche estaba volviendo de Lomas del Mirador en bici cuando paso por una panadería o algún lugar del estilo que a las 2 de la mañana huele como el paraíso. Estoy entonces olfateando como loco con cara de placer (cabe aclarar, ligeramente borracho) cuando se me acerca un loco con toda la pinta de estar mucho más pasado que yo a ofrecerme merca porque estaba desesperado de guita, no de drogas. Cuán simple es la vida en provincia: estirás la nariz y te ofrecen algo para empolvarla.
Peneführer.

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