lunes, 19 de enero de 2015

La gente que dice "a la gilada ni cabida" siempre se me antoja gila

Como ya ha sucedido anteriormente en este blog, escribo desde la remota provincia de Córdoba, mucho metros sobre el nivel del mar. Ni afirmo ni niego los efectos de la altitud en mi sentido del humor. Aunque dicen que la privación de oxígeno es un psicotrópico... y un afrodisíaco. Grrr.
Me encuentro ahora frente a una computadora después de unos días en San Marcos. El  nivel de hippismo que se maneja en ese pueblucho superó ampliamente mi paciencia. Resulta más fácil conseguir un sánguche macrobiótico que un chori. Hay tanta gente vendiendo pulseritas y aritos y boludeces artesanales que cuesta entender quién se las está comprando. Para colmo estás en la tuya y no paran de pasar hippies sucios pidiendo un trago y una tuca. Media pila, chabón, si no estoy fumando ni bebiendo no me rompas las pelotas. Así cualquiera vive "fuera del sistema"; comprate tus propias drogas. Además que "hippies sucios" no es un decir; cuando vivís en carpa y hace 35 grados a la sombra, sucio es un estado irrevocable de la materia. Y lo peor de todo es que son todos "artistas", entonces los verdaderos músicos tenemos que luchar por un lugar para robar a los turistas entre tanto boludo con guitarra y gente haciendo clown. Sabés que algo anda mal cuando EL bar del pueblo tiene el espacio para colgar una tela sobre el escenario.
Peneführer.

P.D.: después de tirarse como se tiró en el "codazo", me cuesta sentir pena por el maricotas de Centurión.

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