jueves, 10 de septiembre de 2015

Ársenal of Sárandai

Anoche tuve una aventura. Hace mucho que no tenía una de esas.
Mi aventura fue ir a Sarandí a ver a Vélez por Copa Argentina en medio de una copiosa lluvia.
Afortunadamente, me había propuesto pasarla bien, porque ser hincha de Vélez no conlleva grandes satisfacciones por sí mismo.
Parte de la aventura estaba en ingresar al mítico Julio Humberto Grondona ligeramente bebido y ligeramente drogado, la receta para el mal fútbol.
Otra parte de la aventura estaba en ingresar al estadio, porque la policía insistía en formar embudos en los lugares más inverosímiles como un puente. Parte de un fuerte y necesario operativo policial, por supuesto, que luego incluía un oficial que le decía al otro "palpalos así nomás, que circulen más rápido".
Aventuroso como soy, logré superar todos los obstáculos para ir a dar a la popular visitante, desde la que no se veía para nada el arco más inmediato, en el que terminarían sucediendo los penales. No ví ninguno de ellos y reaccionaba en base a lo que sucedía a mi alrededor. La Pandilla festejaba, yo festejaba; los hinchas de Lanús festejaban, yo me lamentaba.
Durante el primer tiempo el cuerpo me pidió descarga, así que me dirigí al baño ubicado debajo de la popular: sin carteles que indicaran su presencia, sin luz, debajo de una estructura que cuando los que estaban encima saltaban sonaba como una cama muy mala cuando se tiene sexo encima.
Me retiré del estadio con los pies completamente entumecidos tras varias horas en remojo. Estaban para hacer un guiso.
Hoy puedo decir que conozco un nuevo estadio, que espero no volver a pisar nunca en mi vida.
Dora la exploradora.

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