lunes, 18 de abril de 2016

Con aceite de oliva y queso rayado

Si hay algo nefasto de venirse a vivir al límite del campo, o sea cualquier lugar al que no llegue el subte, es que el fanatismo religioso va en aumento. En Palermo a nadie le importa a qué Dios le rezás para encontrar un lugar para estacionar, pero acá en los suburbios de Floresta me despiertan con una regularidad asombrosa para tener unas charlitas sobre el "Señor". Lo que me pregunto en ésta la vez número 47 que sucede es después de las primeras diez veces que la dulce vieja hija de puta pasó, tocó todos los timbres de la cuadra y fue mandada a la mierda con variados grados de amabilidad, ¿qué la motiva a seguir pasando? Obviamente que una pasión religiosa, pero ¿qué espera? ¿Que de golpe un domingo a las 10 de la mañana, completamente borracho, me surja el sentimiento religioso? A menos que empiece a anunciarse como "traigo la palabra del Señor, un remedio para la resaca y un plato de ravioles" no veo que su suerte vaya a cambiar.
Parece que en Brasil son todos tan hombres del Señor que bajan presidentes en su nombre. ¿Cuántos de esos sujetos tendrán cuentas offshore? Eso no es lo que verdaderamente me pregunto; ¿cuántos de esos sujetos practicarán BDSM? Cuando se empiece a hablar de cosas serias me interesaré en la política.
Peneführer.

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